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Absolutamente atónito se quedó el inventor John Kanzius, ingeniero jubilado de Pennsylvania, cuando al calentar una mezcla de agua y sal Morton con un dispositivo de radiofrecuencia ideado por él mismo para combatir el cáncer, el líquido soltó una fuerte llamarada. “No estaba buscando una fuente de energía, sino un método de desalinización”, reconoce Kanzius. Pero la serendipia, como en tantos otros casos a lo largo de la historia de la ciencia, jugó a su favor.
Para comprobar que no se trataba de ningún truco, el veterano químico Rustum Roy, de la universidad norteamericana Penn State, repitió el experimento y llegó a la conclusión de que estaba ante “el mayor descubrimiento en 100 años investigando sobre el agua”. Roy y su equipo de expertos en ciencia de materiales sostienen que la radiofrecuencia libera el hidrógeno del agua salada debilitando las uniones con el cloruro sódico y el oxígeno. Eso explica por qué la llamarada alcanza los 1600 ºC. “El potencial es enorme”, afirma Rustum Roy, que asegura que ahora es el momento de confirmar si la energía liberada será suficiente para impulsar un coche u otra maquinaria pesada.
Para comprobar que no se trataba de ningún truco, el veterano químico Rustum Roy, de la universidad norteamericana Penn State, repitió el experimento y llegó a la conclusión de que estaba ante “el mayor descubrimiento en 100 años investigando sobre el agua”. Roy y su equipo de expertos en ciencia de materiales sostienen que la radiofrecuencia libera el hidrógeno del agua salada debilitando las uniones con el cloruro sódico y el oxígeno. Eso explica por qué la llamarada alcanza los 1600 ºC. “El potencial es enorme”, afirma Rustum Roy, que asegura que ahora es el momento de confirmar si la energía liberada será suficiente para impulsar un coche u otra maquinaria pesada.
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