Mostrando entradas con la etiqueta zapatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta zapatos. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de marzo de 2010

EL ZAPATO PERFECTO DE EINSTEIN

Mayúscula fue la sorpresa de Peter Hulit, un zapatero de Princeton (New Jersey), cuando a finales de 1952 recibió en su tienda de zapatos una llamada telefónica de urgencia...

Helen Dukas, secretaria de Albert Einstein, le pedía que acudiese cuanto antes a casa del gran físico para ayudarle a resolver un problema: le dolían los pies y necesitaba unos zapatos nuevos.

Hulit, buen conocedor de su profesión, debió pensar que resulta muy difícil concentrarse y hacer bien las cosas cuando te duelen los pies... incluso si eres un genio. Así que no lo dudó un instante y, llevando consigo un medidor de pie y unos cuantos pares de zapatos, se presentó en casa de Einstein.

Al entrar en la pequeña casa de dos pisos, Hulit, todavía asombrado, se encontró a Einstein bajando por las escaleras y fumando su pipa. El físico le dio la mano e inmediatamente sacó del bolsillo trasero del pantalón un pedazo de papel doblado.

This is the problem” dijo señalando el trozo de papel.
Se trataba de un rápido esbozo en el que Einstein ilustraba su problema del dolor de pies así como el diseño de un zapato más cómodo: el zapato perfecto.

Einstein había escrito en la parte superior: “representación del peso?

Más abajo había dibujado dos bocetos de su pie derecho, que mostraban el patrón de la presión en el pie.

El boceto que etiquetó como “bad” (malo) mostraba su problema actual: la presión se concentraba en su dedo gordo y en el borde exterior de su pie, causándole dolor.

El etiquetado como “good” (bueno) mostraba la solución de Einstein, lo que para él sería el zapato perfecto: un zapato que permite un amplio espacio alrededor del pie para que la presión pueda ser mejor y uniformemente distribuida.

El bueno de Einstein caminaba casi todos los días cerca de dos kilómetros desde su casa hasta el Isntitute for advanced Study

Como buen investigador científico había tratado de averiguar la causa de su propio dolor de pies, así como encontrar una solución que le aliviase...

... pero a veces no hace falta ser un genio para diagnosticar un problema.

Como el propio Peter Hulit dijo más tarde:
"Einstein tuvo la idea correcta. Sin embargo, lo que realmente ocurría es que Einstein había ganado algo de peso en su avanzada edad, y sus pies cambiaron de talla."
Después de la medición, Hulit llegó a la conclusión de que el profesor sólo necesitaba unos zapatos más grandes. Únicamente eso.

Cualquiera de nosotros, al igual que el zapatero de Einstein, habríamos pensado simplemente en comprar un zapato más grande como solución al problema. No le daríamos más vueltas.

Pero el cerebro del gran físico estudiaba y analizaba la situación de otra manera más profunda y compleja, dando finalmente como solución aquel “zapato perfecto” de su boceto que, al final, era lo mismo que un zapato de más talla... aunque desde una perspectiva más científica.

Esa fue la grandeza de Albert Einstein: imaginar, pensar y percibir las cosas de manera distinta a como se había hecho hasta ahora, analizándolas y tratando de encontrar una explicación lógica desde varios puntos de vista.

... Y así revolucionó la física.
"El genio, en verdad, significa poco más que la facultad de percibir las cosas de una manera distinta." (William James, filósofo estadounidense)


Via aldea-irreductible.blogspot.com

jueves, 7 de mayo de 2009

LOS ZAPATOS DEL NEGRO

A un hombre lo invitan a una fiesta, pero el pobre no tiene nada que ponerse. Decide pedirle a un amigo negro, de dos metros de altura, portero de una discoteca, que le preste algo de ropa. El negro accede gustoso y le dice que entre y saque lo que necesite. El amigo ve unos zapatos negros de charol que brillan como un espejo y dice:

-Oye, negro, préstame estos zapatos tan bárbaros.

-Ni loco -dice el otro-. Son los del trabajo, me costaron cerca de 500 euros, y si me los rompes te corto los huevos.

Tanto le insiste el amigo que el negro accede al fin.

-Pero cuidámelos bien o te juro que te los corto.

El hombre va a la fiesta. Se acerca a una chica y la saca a bailar. Después de un rato se sientan en la barra a conversar. Él, así sentado como está, se lustra disimuladamente el zapato con el pantalón y coloca el pie entre las piernas de la señorita, que lleva minifalda, para poder mirarla en el brillo del zapato y le dice:

-¡Cómo me gustan las mujeres con ropa interior negra!

La chica huye despavorida a contarle el suceso a sus dos amigas.

-¿Veis a aquel tío? ¡Te adivina el color de la ropa interior que llevas!

-¡Vamos a ver si es cierto! -le dice una de ellas, y se acerca a conversar con el hombre-. Él repite la escena. Se lustra el zapato, lo mete sigilosamente entre las piernas de la mujer, mira en el zapato brillante como un espejo y dice:

-¡Cómo me gustan las mujeres con ropa interior blanca!

Corriendo, la mujer va donde están las amigas y grita:

-¡Es cierto, el tío aquel te adivina el color de la ropa interior!

La tercera amiga dice:

-¡A mí este cabrón no me la da! ¡Vamos a ver si adivina tanto!

Se va al baño, se quita la ropa interior y se acerca a hablar con el hombre. Otra vez él hace lo mismo, se lustra el zapato y, cuando decide mirar entre las piernas de ella, le baja la presión y se pone blanco. Disimuladamente, para que la mujer no se dé cuenta, se vuelve a lustrar el zapato y trata de mirar otra vez, pero le quedan los ojos como platos. Al intentarlo por tercera vez, el hombre no aguanta más y le dice a la mujer, suplicándole:

-¡Por favor, dime que no llevas nada debajo de la falda, porque si ese tajo lo tiene el zapato ¡el negro me corta los huevos!

Via solo-risas

LinkWithin

src="http://www.linkwithin.com/widget.js"> Postes relacionados con miniaturas
Share
ShareSidebar